Escribir la práctica




Escribir la práctica


Durante el viaje a Inglaterra David se sumió en su pasado como educador de calle y estuvimos escribiendo unas crónicas para un concurso. Hace poco se enteró que no quedaron seleccionadas, sin embargo quiere mostrarlas y compartirlas con ustedes. Decidió que cada domingo, durante 10 entregas va a publicarlas. Cómo no piensa hacerlo en formato físico, por cuestiones de presupuesto, lo hará en formato digital. Estás crónicas son más extensas que los textos que están acostumbrados a leer. Así que les voy a pedir paciencia y tiempo para poder disfrutarlas. Hablan de dolores de infancias y adolescencias, pero también de acompañamientos entre colegas que supieron entrar en lo profundo de la condición humana. Representan un quiebre en su vida, un pasaje a otro estadío, que busca la retroalimentación con sus lectores.


Las tituló: 


TODO ESTO QUE ESTÁ EN NOSOTROS 

“Crónicas sobre acontecimientos socioeducativos”


El día de hoy las presenta en público con el prólogo. Espero que las disfruten, así cómo fue el proceso de escritura. Empieza con este epígrafe.

 


“Sobre todo hazte presente cuando no estás ahí”.

Fernand Deligny, Semilla de crápula


Escribir la práctica


Aquí se despliegan, pasados por un tamiz, estas crónicas literarias que pretenden, como una fotografía, dar cuenta de realidades que en el transcurso de las intervenciones se escapan por el trajín que tienen las actividades diarias. En el oficio de la educación, los/as educadores/as somos como cronistas de la realidad. Día a día, en los marcos cotidianos, presenciamos historias cargadas de las existencias más crudas. Nos enfrentamos con acontecimientos que serían dignos de formar parte de libros que nos lleven a reflexionar sobre los aconteceres diarios. 

“La soledad de encontrarse con la hoja en blanco” es el mayor temor de cualquier persona que se lanza a la aventura de intentar dejar plasmado partes de una experiencia, no solo por lo que se diga sino también por lo que se pone en juego de las vivencias particulares. Al escribir vamos dejando en el papel partes de uno mismo, emociones y sentimientos que son el anclaje para el trabajo con los gurises. Como dice Valeria Sardi: “la experiencia tiene algo de imposibilidad de decir pero a su vez nos habla y nos interpela en nuestra subjetividad, es difícil de expresar pero a su vez dialoga con nuestro estar en el mundo”.

Existe un paralelismo interesante entre ser cronista y el ser educador/a. Para ambos oficios hay que salir a buscar el entramado a contar. Hay que estar presente con el cuerpo para captar aquello que a simple vista no se ve. Pero sobre todo tener la perspicaz audacia de mirar más allá del hecho a narrar. La crónica exige pasar mucho tiempo a pie en el camino, en la calle, mirando, averiguando, apuntando. El genio está en los zapatos. Los/as educadores/as de calle sabrán lo que esto significa trillando las esquinas.  

Nada es gratuito en la escritura, a su vez hay una necesidad de contar, una necesidad milenaria de escuchar historias y relatos como una condición inherente como humanidad, como una forma de descifrar qué nos pasaba en el momento. Estableciéndose diferencias entre escribir para uno y escribir para comunicar. Todo queda entremezclado dentro de un proceso que tiene la doble implicancia, tanto de ser sanador como de crecimiento liberador.

Al igual que en el oficio del cronista, en el cuerpo presente de los/as educadores/as está “el uso de las antenas” para ver lo que se nota sin verse. Detectar y sentir dónde está la historia, dónde está aquello que hace mella del problema a trabajar. Hay un lema en la crónica periodística que reza “Si no se va, no se ve”. Educadores y cronistas comparten el estado de ser testigos de los acontecimientos de personas, y lo que se escribe, como lo que se interviene, busca y consiste en dejar un testimonio.

Continuando con la idea de Sardi, “hay algo en esa experiencia de las prácticas docentes que nos devuelve otra imagen de nosotras/os mismas/os, algo que da cuenta de una transformación, de un cambio, de la apropiación de un saber sobre los sujetos, los contextos, los saberes y nuestro transitar profesional que merezca ser mirado, observado, analizado”. El escribir de esta manera se vuelve una forma de ordenar lo vivido, pero también como una forma de romper con lo inmediato.

Los cronistas se sirven de recursos de los distintos géneros literarios como los/as educadores/as usan herramientas de las diversas ramas de las ciencias sociales y artísticas para desarrollar su labor diaria. Por último, la crónica es un género anclado en la realidad, como la tarea que realiza cualquier educador/a.

Este libro pretende ser la expresión sólida de un educador que fue formando su oficio en el campo de acción, que ha ensayando, junto a otros y otras, un acompañamiento de vidas dañadas, relatando acontecimientos socioeducativos que tienen la particularidad de mostrarnos qué está más allá de la intervención, con el fin de detenerse sobre el laberinto que conforma el día a día y poder ver, confrontar y reflexionar sobre el accionar cotidiano. Estas crónicas emergen para la exploración de significados en ciertos momentos de apertura en las prácticas donde queda un pequeño universo plasmado. Algunos de ellos con una contundencia brutal y otros con un amalgamiento que abre el diálogo a la reflexión para continuar profundizando sobre las prácticas socioeducativas y sus abordajes.

El oficio de ser educador/a implica encontrar cierta flexibilidad para poder adaptarse a lo que requiere el momento, disposición de tiempo para el encuentro y la escucha, constancia para poder lograr ese encuentro, porque los tiempos y horarios pueden no estar tan cronometrados como los nuestros, cercanía para poder establecer el diálogo evitando los estigmas y prejuicios.

Hay aquí el testimonio de diez años de experiencia de este cronista y educador que con el tiempo devino en hacer de su oficio la escritura. Si bien es mi voz la que narra, esta está sostenida por las voces de amigos/as y colegas que supieron dar su testimonio en entrevistas para solidificar y amalgamar sobre la historia de estas vidas dañadas que hemos acompañado en un trayecto de nuestro trabajo. En el proceso educativo nos volvemos presencias de las ausencias que tienen los niños, niñas y adolescentes.

Muchas de estas crónicas comienzan a escribirse en la calle, sobre todo en Pocitos y en el Paso Molino, donde el proyecto socioeducativo en el que trabajamos tenía el sistema de captación. Esta es una invitación a recorrer desde la mirada de este cronista, que en un momento desarrolló el oficio de educador de calle y que hoy quiere entregarles estos relatos, como una manera de estimular la escritura de las prácticas, como un modo de dejar testimonio sobre los aconteceres socioeducativos. 

Pero antes quiero rescatar unas palabras de Graciela Frigerio (2017) sobre el oficio del lazo, que me parece fundamental para ir comprendiendo este universo: «Los oficios del lazo son aquellos que “se ocupan de que exista la posibilidad de un mundo común”».



 

Comentarios

  1. Gracias Divid ya extrañaba tus relatos .Gracias por compartir y enriquecernos.abrazo

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