Reseña literaria "Dos semanas" de Agustín Garín
Por David Sitto
Un diario nos permite encontrar entrelíneas, lo que no se dice en la literalidad: sentires, emociones y pensamientos que van más allá de la anécdota, que pone en vilo la vida. En una primera lectura del libro “Dos semanas” de Agustín Garín me llevó a observar la escasez de actividades que existen en las instituciones totales como los neuropsiquiátricos, y cómo se da en el cotidiano la manera de matar el tiempo. Lo que se ve es una gran falta de alternativas en estos espacios de internación y permanencia. Sobre todo, el tratamiento farmacológico, en una denuncia de los atropellos institucionales.
El libro de Agustín es una lucha contra el prejuicio ya que de varias maneras nos hace comprender y empatizar con el padeciente, mostrando la hermandad que se forma ahí adentro, los lazos que se tejen.
Hay una tensión constante entre el adentro y el afuera, no solo con el desafío de volver a la sociedad después de la internación, sino con los exilios internos que realizamos las personas padecientes de lo mental. Hay momentos en que queremos irnos de nosotros mismos para después retomar. De ahí, quizás esta sensación que causa la salud mental de sentir que uno transita el mismo lugar varias veces, en una circularidad, en una imagen espiralada.
Durante varias partes del libro volví sobre mis vivencias, al punto de perderme en la semana sin saber si era la experiencia de Agustín lo que vivía por la lectura o era la experiencia propia. Creo que este efecto es el que causan los buenos libros, de volver a hacernos pasar por lugares donde se habitó (o no).
El texto nos devuelve una complicidad constante con el lector, un diálogo que se observa con preguntas directas, con el uso de la segunda persona “Tú te atás siempre a mil cosas que incluso ignoras. Actúas por inercia”.
Otra tensión es la dinámica entre la detención y el movimiento. Hay una puja constante por moverse dentro de la quietud que supone la internación, con un narrador que hasta en los momentos de mayor adormecimiento está consciente de lo que le sucede y lo logra escribir. “Duermo más que en la adolescencia”.
Lo primero que me llamó la atención es la condición humana, y que Agustín la muestra en la primera líneas, visto en la fortaleza de crear desde los escombros, con un material que al manifestarse tiende a ser endeble pero que nos rescata y sostiene, como una columna que necesita de tiempo para endurecerse y sostener en estos pilares que están marcados en el libro.
Un texto que nace de la “impermanencia de una mente” pasada por el tamiz de lo farmacológico, pero a la vez el gesto de la escritura viene a salvar y a ordenar un mundo caótico. A poner dentro de un espacio tiempo la síntesis de una vivencia, plagado de reflexiones directas.
Insisto que a pesar de que Agustín marqué que su “tiempo está detenido y su existencia en pausa” desde un lugar genuino y valedero pudo poner en movimiento una serie de imágenes que nos hablan, nos interpelan, nos espejan, porque para que haya un afuera, también tiene que haber un adentro y en este mundo que se afana de encerrar la locura no advierte (o no quiere advertir) la falta de cordura en lo que vivimos, consumiendo mierda constantemente.
Es un texto plagado de juego, donde Agustín hace con el lenguaje lo que quiere, comienza líneas que se pierden, sigue de manera viva el soliloquio de su cabeza y nos hace entrar en ella para acompañarlo y mostrarnos con visos de humor el cotidiano de un usuario de salud mental.
Como la escritura es una guía para salir del pozo, una compañera, una aliada, junto al humor como un antídoto para hacer más livianas las situaciones, como frenadas por la escatología.
También es un texto cargado de poesía y anarquía. Un texto que me recuerda a “El alma del mundo” de Felipe Polleri, donde el paciente desarrolla junto a una doctora los distintos pasajes de la locura.
Quiero rescatar la necesidad de hablar sobre el suicidio como una forma de contrarrestarlo, de contrarrestar “el enamoramiento por la muerte”, la lucha diaria con un mismo con eso que supone la depresión. Quisiera tomar dos frases del libro para extraerlas y finalizar con las palabras de Agustín:
“Ahí afuera hay un mundo que nos espera todavía”
“Que paz podemos transmitirnos los depresivos entre nosotros”.
De las Editoriales Bibliobarrio y Astromulo
Montevideo 2022
77 páginas.
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