Epílogo
Con el Epílogo de este libro que fue publicando a lo largo de estas diez entregas cierro un ciclo, un vértice que busco ser un pasaje, una forma de resumir muchos años de trabajo. Primero que nada quiero agradecer a todas las personas que me fueron leyendo en silencio y haciendo comentarios. Me han retroalimentado y dado la fortaleza para continuar extrayendo de las vivencias distintos textos que puedan reflejar, aunque sea en una pincelada, la vida de muchos niños, niñas y adolescentes que acompañé. Esas vidas han quedado en mí, y estarán habitando mi imaginario. Ahora solo es momento de agradecer.
Aún no tengo definido qué será lo próximo que seguirá. Seguramente volverá Jorge Saeta a recorrer las calles de Montevideo con su mirada perspicaz, a intentar captar con sus crónicas la realidad de una ciudad con las baldosas rotas.
Así que pronto tendrán novedades sobre nuevos ciclos de escritura.
Epílogo
A lo largo de estos quince años generé un laboratorio propio de escritura en el que fui leyendo e investigando sobre distintas formas narrativas. Siempre sentí —y aún permanece la sensación— que nunca alcanzaré todo lo que hay que aprender. Eso es lo interesante de cualquier oficio, a mayor tiempo, más afinado está el instrumento de trabajo, pero más es la lucidez de lo que falta por aprehender.
Con el oficio de educador de calle, el cual aprendí haciendo, lo importante era volverse disponible para el otro, para ese niño a través del juego, para ese adolescente por medio de la palabra y la escucha. Había que generar la presencia para sostener las ausencias que la vida le supo quitar.
Mi maestra en este oficio fue la Dra. Carmen Rodríguez. Ella me enseñó a reflexionar sobre las prácticas socioeducativas y sobre el hacer cotidiano. Ella —sin saberlo— me impulsó a escribir este libro. Pero, sobre todo, ella puso en mí la confianza de la escritura que me habita, para que en la oscuridad sepa generar la luz.
Durante estos años en que no ejercí el oficio de educador de calle, las historias de los acompañamientos vividos se han vuelto a condensar en mi imaginario. Me predispuse a generar la apertura para que esos acontecimientos volvieran a mí para ser narrados.
“Todo esto que está en nosotros” es un pasaje de un oficio a otro: de educador a escritor. Si bien no hay comparación, hay algo que tiene que ver con lo artesanal del asunto.
Un malestar acompañó la escritura. Es el dolor recibido y depositado de estos años. Si bien durante las intervenciones socioeducativas uno dejaba a un costado los sentires, precisamente para poder acompañar, aquí es el momento de reflexión, de recogimiento y de poner en primera persona aquello que se siente durante el ejercicio del oficio. Es necesario, y justo, para producir conocimiento, para poder pasar la posta a otros/as que se introduzcan a trabajar con vidas dañadas.
Pero, sobre todo, que la escritura se vuelva disponible para reflexionar.
Gracias David con tu sensibilidad y tus letras me has emocionado,me has hecho pensar pero sobre todo me hicistes conocer ese ser humano que habita en ti .Gracias por ser como sos .
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