Caminos y bifurcaciones
Me encuentro caminando bajo la lluvia. Avanzo sin paraguas, nada me cubre del agua. Tengo la ropa empapada y una sensación fría de libertad adherida a la piel. Me detengo en un alero y me fumo un pucho. Miro la gente correr apurada como si la llovizna fuera ácida. A el encendedor le cuesta prender, está humedecido. Después de varios intentos se produce la llama. Siento, con una leve imperceptibilidad, el sonido que se convierte en una brasa humeante. Me quedo ahí, detenido, como si pudiera ver el tiempo avanzar en el cielo gris de Montevideo.
Se aproxima otro invierno. Lo sabía. Me robaron un verano, como aquel cuento de Mario Levrero que ahora no recuerdo el título. Me dispongo a seguir. Sin embargo estoy en un estado de duermevela sostenido por el ruido de la llovizna que me deja un rato más quieto. No siempre se presenta esa calma, un tanto aparente, de comprobar que estamos en este mundo. Disfruto de la sensación, pienso con cautela, visualizo la parada de ómnibus a un par de cuadras. Estoy mojado, el viento frío me ventila la cara. Debo llegar en menos de una hora a buscar a mis hijas en la escuela. Por suerte después no hay que salir. Será llegar, cambiarse la ropa, armar un mate, ver por la ventana las gotas castañetear el vidrio mientras se ordena un poco la casa.
Hace días que ando con decisiones a cuestas, con camino por seguir, por barcos de los cuales me quiero bajar, pero no encuentro más salida que esperar un poco. Hay senderos que ya he transitado, hay elecciones que en algún momento del viaje en Birmingham ya había tomado. También hay puertas que he abierto y he mirado lo que había dentro, sabiendo un poco con lo que me iba a encontrar. No me quiero apurar ni aventurarme a lo impulsivo de las decisiones, si no que deseo darme el espacio, físico y mental, para saber con precisión si seguir o bajarme. No hay responsabilidad, no voy a herir a nadie. Todo es conmigo mismo. Lo traigo al papel para visualizarlo, es la forma que me fue dada para entenderme.
A veces siento que ya he llegado a un momento de mi vida en el cual la etapa de formación tocó ciertos límites, en los que no puedo embarcarme en cursos extensos con mucho material para leer. La incompatibilidad se presenta porque me saca el tiempo de escritura de la narrativa de ficción, que es el camino que ya he elegido hace unos años. Sin embargo lo pienso, lo pongo en palabras, lo hablo con distintas personas. No es una decisión unilateral, una determinación tajante, sino que es la búsqueda de otras formas, que de alguna manera puedo hacer sin estar inserto en la academia.
Voy y vengo, como una hamaca, en cada balanceo observo un mismo punto desde distintas ópticas. Es la manera de tomar resoluciones, mientras la lluvia cae sin querer detenerse.
Jorge Saeta
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