La función social

 



Busco completar cada parte del cuaderno. No quiero dejar hoja en blanco. La tinta se seca mientras afuera se parte el cielo de agua. Pienso en lo que voy a escribir, planifico argumentos, me armo mapas para guiar mi escritura. Se me va mucho pensamiento mirando por la ventana y otro tanto lo pierdo fumando en la puerta. Cada letra que escribo forma parte de un texto futuro. También tiro otro tanto porque no sirve para nada. Es difícil acceder a los secretos de los textos. En algún momento se produce una fisura que habilita la entrada a un universo que escapa a lo cotidiano para entrar precisamente en lo cotidiano. Solo esto se me devela en el silencio de la noche, cuando estoy solo. De otra manera solo alcanzo el sonido del viento que se me pierde entre las manos. 

Extiendo sobre la mesa un montón de hojas con anotaciones. Las contemplo un rato largo hasta que alguna de ellas me da una pista. Suelo quedar empantanado durante un momento que no preciso determinar. Me cebo varios mates hasta que logro encontrar una clave, un hilo de carne para atraer el cuerpo de un texto que se me escapa con rapidez. Anoto algo. En el primer instante lo considero una basura. Lo dejo para leer al otro día. A veces cobra sentido, otras veces es una muestra precaria de un instante que se diluye. Nada hace el todo de unas letras que se escriben solas, mientras que todo se desarma para constituirse en nada. Así de simple es, a veces, mi escritura que reniega de la noche desvelada. 

Quisiera escribir sobre el dolor del mundo. Sobre los brazos de las infancias palestinas que mueren a diario en la reedición de nuevos genocidios. No me queda más que nombrarlas. No me cabe en el cuerpo tanta sangre derramada. No me sale escribir sobre la injusticia del poder. ¿Será que yo también viví una especie de guerra cuando tenía 9 años? Quisiera escribir para que el mundo cambie pero no me sale más que nombrarla, con la esperanza de dejar una huella en el aire. 

Me duele la realidad. A su vez me encuentro bien. Tengo salud familiar y bienestar. Sin embargo, no puedo hacer la vista gorda a lo que pasa en Argentina. Me duele Argentina. Me duele Palestina. Me duele como el poder avasallante atropella el derecho a la vida, al trabajo, a la dignidad. 

Entonces me pregunto sobre la función social de la escritura y del arte. ¿Qué caminos se deben tomar? A veces escribir es estar en silencio. Pero durante este tiempo me he ido preguntando, qué puedo hacer desde las letras. Durante algunos periodos la función social y política estaba desde el teatro, pero hace varios años que no produzco este tipo de manifestaciones. Será el momento de comenzar a darle forma a la escritura para que denuncie. Me quedo pensando, ¿qué hacemos en el día a día con las injusticias?


Jorge Saeta



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