Granada (Tercera parte)



     Jamás podré hacer justicia por lo que he visto en la Alhambra. Son escasas las palabras para describir los relieves minuciosos de una obra de arte tan inmensa. No me alcanzan los ojos para mostrarles los sistemas de canales de agua que hace siglos y siglos atrás fueron construidos. Tampoco podré transmitirles con los sentidos la vista desde lo alto de la fortaleza de la Alcazaba, donde se puede ver una parte de la ciudad de Granada. Pero, teniendo en cuenta la limitaciones, voy a intentar ofrecerle un raconto por donde este cronista ha circulado.

Un aroma a naranjos, que estaban diseminados en cada rincón, hace al primer encontronazo con los sentidos, un olor dulce, mezclado con los perfumes de los turistas que había en demasía. 

Antes de llegar se recomienda sacar la entrada con anticipación para recorrer los Palacios de los Nazaríes. En un recorrido marcado y delimitado se va circulando por un paseo que dura una hora aproximadamente. No hay adjetivo preciso, pero el indicado sería belleza. En cada rincón que se posa la vista hay un detalle para contemplar: los relieves en los techos tallados de madera, el mármol en las paredes junto a los dibujos geométricos en los azulejos. Muchos espacios llenos de un cuidado por las formas dan cuenta de la inteligencia arquitectónica de los árabes.   

Hay que tener en cuenta, pese a la conservación, que estos Palacios son del siglo IX-XII, donde los árabes, manteniendo cuidadosamente la vida de la ciudad y de lo que habían dejado los romanos, construyeron y ampliaron nuevos espacios, situados en el actual barrio de Albaicín. 

Pero hagamos un poco de historia. La Alhambra fue palacio, fortaleza y ciudadela donde residían los sultanes nazaríes y altos funcionarios, que servían de la corte. Este lugar alcanza su punto más álgido en mitad del siglo XIV. Granada va recibiendo de forma paulatina las poblaciones musulmanas que escapaban del avance del cristianismo. La ciudad va creciendo y modificándose, donde se crean nuevos barrios y se amplían las cercas y murallas hasta su conquista al final del siglo XV. Como dice en la página sobre su historia: “Después de 1492, la Alhambra quedó establecida como Casa Real con jurisdicción exenta a cargo del Tendilla. Los Reyes Católicos ordenaron intensas reparaciones sirviéndose en gran medida de artesanos moriscos”.

Los moros contaban con un diseño exquisito de jardínes. Antes de rezar tomaban largos baños en piletas que se encuentran distribuidas por toda la Alhambra.  

Caminando entre los naranjos y pinos se accede a otra parte fundamental: El Generalife, que aparte de sus jardines esmeradamente mantenidos, se encuentra el teatro. Un escenario que se halla a nivel de piso es visto desde arriba, muy similar al teatro griego pero menos profundo.  

Gran parte de la poesía de Lorca tuvo su influencia en este lugar del mundo que no deja de sorprender. Es para venir a pasar el día completo, caminar y dejarse invadir por la historia de una belleza sin precedentes. 


Jorge Saeta



 

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