Natividad



Hace más de tres días que la ciudad aparece cubierta de hielo. Las heladas son tan fuertes que los campos, casas y autos amanecen cubiertos con un halo blanco. Al pisar el pasto se siente un crujir verde lechoso. El hielo se mantiene en los lugares donde hay sombra y apenas alcanza derretirse en los sitios donde da algún rayito de sol. Sin embargo el frío no es tal, claro, si no hay viento. Es necesario usar gorro de lana y guantes casi que de manera obligatoria. Sin embargo, algún locatario hasta se anima a andar de manga corta. Con mi compañera nos miramos de reojo al verlo pasar a nuestro lado y no entendemos cómo no siente frío. Durante la mañana en el patio de mi casa se observan las telarañas, que en otras ocasiones permanecen invisibles, cubiertas de hielo. Parecen puestas como una decoración.  

Estamos esperando la caída de nieve, que al parecer se hace esperar. La ilusión de las nenas es ansiosa, cada día preguntan cuándo. Lo que nos han dicho es que probablemente sea en enero o febrero. Aunque el pronóstico la anuncia en la noche de hoy. Mientras tanto llevo mi hipertensión controlada, con algunas caminatas más ocasionales que asiduas. Es que el hielo es tal que en las veredas se tiene que tirar sal para derretirlo. En algunas partes se encuentran unos contenedores mediados y amarillos que contienen una sal marrón, sucia, para que cualquier ciudadano la distribuya en el piso para hacer accesible los caminos.  

El domingo pasado paseamos por los canales de Birmingham en unos barquitos alargados. Un señor barbudo y colorado, con los dedos sucios y amarillo de tabaco, lentes gruesos, nos iba relatando en un inglés cerrado las distintas vicisitudes que dieron origen a los canales. Obviamente no entendí absolutamente nada, sino que me dejaba encantar por la vista de los distintos puntos de la ciudad, los edificios, las ruinas abandonadas, los puentes, el moho en las paredes.  

Otra cuestión pintoresca del lugar son las decoraciones navideñas que se observan. De igual manera que en Halloween, las fachadas de las casas están cubiertas con luces, Santa Claus gigantes, copos de nieves y renos. Se viene una época del año que, aquí, se palpita con gran ahínco. Los supermercados están llenos de distintos árboles de navidad, tanto de plástico como pinos reales. También existen una gran variedad de productos. El más llamativo, entre tantos, son unos calendarios que le han regalado a las nenas, que tienen del número 1 hasta el 24 donde cada día vas haciendo la cuenta regresiva y te comes un cuadradito de chocolate. También hay botas para caramelos y casitas de galletitas de jengibre. Hoy reflexionamos con Verónica, la mujer que nos alquila la casa, que estamos acostumbrados en América Latina a seguir las costumbres navideñas de los países fríos: el papá noel abrigado, la nieve, etc, cuando en realidad nuestra navidad siempre refiere a la estación del año con más calor. En fin. 


Jorge Saeta



 

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