Por siempre Antonio
Hoy quiero escribir sobre un escritor que admiro mucho, que en la lejanía del tiempo lo considero un maestro. El post de esta semana está dedicado a un escritor que en cada palabra me enseña la construcción de lo que escribo. Nacido el día de los muertos en 1922, Antonio Di Benedetto me acompaña en la rareza de sus textos.
En este momento estoy recorriendo sus Cuentos completos. Susana, mi amiga bibliotecaria que estuvo durante mi carrera en el Profesorado de Teatro en la Escuela Roberto Arlt, me lo presentó una tarde. Me lo nombró como a muchos escritores, pero algo quedó en mí que hizo que con el correr del tiempo fuera adquiriendo sus libros. Los tengo a casi todos.
Cada vez que lo leo es como si fuera la primera vez. Hay muchas capas para descubrir. No sólo la línea de lo que narra sino también todo lo que te hace sentir y descubrir en cada lectura.
Dueño de una síntesis exquisita, Antonio Di Benedetto es un escritor pegado a su pasado, no solo al suyo sino desde antes de su nacimiento. Zama es la construcción de una espera en pasado, de una desesperación pavorosa.
Cuentos completos recuerdo haberlo comprado en una Feria del Libro en Córdoba. Al adquirirlo sentí que encontraba un tesoro, que nunca me iba a dejar tirado. Lo elegí para traerlo a Birmingham, para que me acompañe en mis horas de lluvia y nostalgia.
Debo reconocer que a veces no lo entiendo, que me pierdo en las imágenes pero no me importa, sino que me dejó habitar por la incomprensión, siento que yo como lector aún me falta alcanzar la cúspide de lo que leo. A veces es el sueño, otras veces es la preocupación de lo cotidiano.
Leí sus novelas con mucha avidez, siento que tengo que volver a leerlas. Espero ese momento de lucidez con paciencia como si debería construir la espera. Noche a noche leo sus cuentos, un libro gordo, difícil de sostener por su peso y por la grandeza de sus letras. Hay que leerlo cómo un clásico, como una lectura obligatoria y didáctica, para aprender a escribir. Lo hago con la intención en la formación de mi oficio.
Recuerdo un vídeo de él, cuando volvió del exilio, donde estuvo más de ocho años alejado de su hija, diciendo que a los militares solo le quedaba la decadencia de sus nombres.
Con él siento cierta cercanía, un misterioso magnetismo, como si me hablara. Con otros escritores y escritoras me suele pasar, pero a Antonio lo creo como un padre literario. Como un escritor que no quiero dejar de leer ya que me impulsa a escribir, me lleva a descubrir mi propia escritura. Tuve la suerte de escribir un cuento que relata unas escenas de su niñez, un pequeño homenaje a la grandeza de un escritor, que si bien tiene su reconocimiento, aún me parece flaco.
En su día de cumpleaños, a él, este pequeño texto.
Jorge Saeta
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