Otoño inglés



Pasa una nube. Llueve. Caen gotas finas y constantes. Pasa otra nube. Vuelve a llover. Caminamos por parques muy arbolados. Cada dos por tres te cruzas con una ardilla, cada tanto aparecen los cuervos negros que me recuerdan a Edgar Allan Poe y a Vicent van Gogh.  

Salgo a pasear con mis hijas por las calles asfaltadas. Un rayito de sol asoma entre las nubes cargadas. Miramos para cruzar la calle varias veces. Los autos aquí van en la dirección contraria a la que estamos acostumbrados. También los volantes están puestos en lugar del acompañante. 

La casa en la que estamos es amplia y muy cómoda. No nos podemos quejar. En el barrio hay más autos que personas. Es bastante extraño eso, pero a su vez se respira mucha tranquilidad. 

Los primeros días caminamos mucho porque el transporte es bastante caro. Sale dos libras esterlinas (USD 2,50) para tomar un ómnibus. Sin embargo se disfruta de otra manera para conocer mejor. Fuimos a la Universidad de Birmingham para que mi compañera tuviera una tarjeta que la acredita como estudiante. Hay un crisol de culturas, se ven muchas personas de rasgos asiáticos, musulmanes e indianos. Es como las universidades que conocemos por las películas.

Otro aspecto que se observa es la limpieza de las calles. Hay una excesiva pulcritud que sospecho esconde algo. Hasta ahora por donde nos hemos movido no vimos mucha gente pidiendo ni en situación de calle. Me comentaron que debido al frío a las personas pobres les dan casas porque no sobreviven al invierno.  

Recién nos estamos aclimatando al otoño inglés, tratando de acostumbrar el cuerpo al frío que se avecina. Hablando de cosas a las cuales aggiornarse el idioma es algo complejo. Si bien tomé clases antes de venir lo único que entiendo son palabras aisladas. Me hago entender por señas y con la muletilla: “Sorry. I don´t speak english”. Pude comprar tabaco por mis propios medios. 

Una joyita de Birmingham es la biblioteca: “Library”. Con una arquitectura fascinante moderna como se muestra en la foto. Tiene más de 5 pisos, con largas escaleras mecánicas y balcones iluminados. Apenas entré me hizo acordar al fantástico Cementerio de los libros olvidados de Carlos Ruiz Zafón. Si se trata de cementerios, al costado de la Catedral de San Felipe se encuentran tumbas y lápidas de 1800, donde apenas se logra leer los nombres de las personas que están enterradas por la erosión del tiempo.   

El barrio en el que estamos se llama Northfield, una zona residencial con extensos campos y casitas todas iguales. El centro de este lugar está a unos quince minutos caminando. Ahí tenemos los supermercados y negocios. La primera semana la hemos vivido como turistas. A medida que pase el tiempo nos volveremos residentes. Estamos buscando actividades fijas para que las niñas realicen porque es muy difícil que entren a una escuela. 

Esta es la primera crónica escueta, prometo publicar una por semana para informarles sobre estos latinos en Inglaterra. 


Jorge Saeta.



 

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