Postergaciones

 

Hoy en día está de moda el término “procrastinar”. Aquellas obligaciones que aplazamos por el simple hecho de no poder hacerlas o porque no se nos dan las reverendas ganas. Valga cualquier de las acepciones. Me identifico con la segunda: no tengo ganas. No tengo ganas de producir, ni de ordenar nada. Más vale tengo ganas de que todo se vaya a la mierda. Sin embargo algo me detiene. Un filtro UV, un filtro SocialClub, un sentimiento, un cuidado, un amor por las cosas. Postergamos aquello que deseamos por un cuidado especial en la vida, para no caer en el egoísmo más acérrimo. 

Un día me despierto con todo el ímpetu, me armo un mate amargo, me pongo esa ropa sucia, que ya no se puede presentar en sociedad, y me dirijo a la lista de las materias pendientes. Todas son actividades manuales: arreglar un foco, limpiar una pared, pintar un techo, poner un cuadrito, ordenar aquella habitación donde ya no se puede entrar, y tirar, sobre todo tirar aquello que ya no se va a usar. Desde hace un tiempo a la fecha me vengo deshaciendo de cosas materiales para darle espacio a otras nuevas, por ejemplo nuevas formas de mirar el mundo. Uno va creciendo, y no solo se va poniendo sentimental, sino que también bastante pelotudo. Crecer no siempre significa sabiduría, sino que somos más bien cabezas duras. Pero no me quiero desviar del tema. Ni dejarme guiar por un estado de enojo, que luego se pasa y solo queda el impulso.  

En paralelo, por dentro siempre las cosas se mueven, porque nada es gratuito, nada de las actividades y actitudes que tenemos hacia el resto son sin un costo. Y no hablo de dinero ni de finas alhajas, sino de cuestiones que son más importantes que el vil metal. Me refiero a los sentimientos, me refiero a los recuerdos y por qué no, a las regresiones que fuimos dejando en el correr en la vida. Postergar, que quede claro, no solo es una lista de actividades pendientes que vamos dejando pasar anotadas en una libreta o papelito pegado en la heladera con un imán. Sino que también tienen que ver con pendientes que fuimos postergando, caminos que no elegimos en un determinado momento. Todo vuelve a reeditarse para ser visto desde otras perspectivas. 

Volvamos, tenemos las actividades, las realizamos. Nos des-postergamos por unos días, sentimos cierto alivio por el hecho de haber logrado una serie de objetivos. En el plano práctico quedamos desprovistos de horizontes, no hay nada más que hacer que tomar una vaso de agua y sentirse felices por lo alcanzado. Sin embargo, siempre aparece un conector de oposición, quedamos con todo el mejunje de los sentimientos que movilizamos en las actividades realizadas. Entonces es cuando me digo que algo de la calma debe asentarse en uno para poder ver con perspectiva la vida. Y mientras ensilló el mate, que está medio lavado, es que me digo, “después veremos qué onda”.    


                                                                    Jorge Saeta

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