Un rayito de nieblaluz
Rompo el cascarón. Despierto al mundo. Aparezco en una esquina de Montevideo. Me materializo en la ciudad y camino. Mi único objetivo será caminar y ver, en un primer momento, como mi cuerpo, nuestros cuerpos, son seres de pura química. Necesito caminar para segregar endorfinas. Cuando no se sabe qué hacer la respuesta es hacer ejercicio físico. Es la primera idea que debe venir. En vez de tirarte de vago en una silla a tomar mates, mejor salí a caminar. Aunque el día no acompañe, aunque el clima sea adverso, salí igual. No te quedes encerrado.
Me presento, soy Jorge Saeta, vengo de la conjunción de un espíritu que no sabe qué hacer consigo mismo y de la libertad creativa de una persona que no termina de madurar. De esa tensión nace cada una de mis palabras. Mi objetivo es cronicar mis andanzas por los tres inviernos seguidos que voy a vivir, en lo que llamé Aguafuertes invernales. Esta es la primera. Entonces comienzo.
Mi ánimo es lluvioso y lo empapo de movimiento. No llevo paraguas sino que voy con las manos libres. Mi cara se reviste de agua. Un espacio en mí quiere estar en libertad. Otro prefiere quedarse encerrado con el sueño sin conciliar rodeado de oraciones cortas y simples, con el frío en la ventana. Está mañana desperté raro, con nervios en el estómago y con una angustia extraña sensación sobre el presente. El clima es un factor inmerso en mi personalidad, según como esté el día va a ser como me voy a sentir.
Hace tiempo que no pasaba por una plaza. El invierno y la llovizna no acompañan a sentarse pero me detengo igual. Un rayito de nieblaluz se cuela entre las nubes grises. Pongo un cartón y me siento en un banco. Hay dos cosas que me producen mucha felicidad. Una es comprar libros. Entrar a una librería y recorrer la inmensidad del papel, deseando tenerlos a todos, como si uno al poseer el libro tuviera una parte del escritor para sí. La otra, y que pese al frío no quiero dejar de hacer, es sentarme en una plaza a escribir y sentirme un poco escritor, de tener esa visión de ver el mundo lleno de hormigas y cucarachas girando por las calles, pasando enfrente de uno, realizando acciones repetidas. También nace una ansiedad desbordante de conjugar verbos y destrozar el tiempo, hacer magia con las horas muertas para que el escribir sea algo eterno y perdurable, aunque no se busque ni sea uno consciente de eso. Escribo, porque es lo que he aprendido, lo que me sale, con lo que reviento en la letanía del tiempo, en la perdurabilidad que manifiesta la humedad. Cuando escribo me desordeno. Pero no hay más misterio: “el escritor debe sentarse a laburar y machacarse los sesos corrigiendo sus textos”.
Este es mi primer escrito como Jorge Saeta, es mi bienvenida al mundo. Voy a continuar caminando y trayendo más sobre estas Aguafuertes invernales.
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