Duermevelas
Desde que comencé a anotar los sueños, apenas me levanto casi en duermevela, me percibo escribiendo lo que soñé o pienso dormido lo que voy a escribir cuando me despierte. Esta sucesión me permite localizar materiales que están en mí, como también unir ese mundo interno, que muchas veces logró en la noche en un estado de vigilia, con la percepción abierta de los sentidos.
He descubierto en este último tiempo, que más allá de los momentos de conexión con la escritura, donde la lapicera fluye como poseída, hay un instante crucial: con los sueños los cuentos se escriben solos. Luego, es verdad, tienen que ser corregidos, pensadas las líneas de acción, la lógica de los personajes, poder mirar desde arriba y con ojos extrañados lo que está escrito. Estos sueños son núcleos mínimos, que en sí no contienen mucha información, y que a la vez me resultan lejanos o cualquier conexión que hagan con mi presente terminan siendo ajenos.
Hay días que no anoto los sueños, sino que se me deshacen entre los ojos. A veces no puedo levantarme y apago el despertador cada 10 minutos. En ese lapso de tiempo se me presentan las imágenes con tal nitidez que parecen de lo más vívidas, aunque terminan por perderse en la nada.
Quisiera escribir y concluir algún cuento. Anotar los sueños me está llevando a un relato que se va armando sin querer. En paralelo, hace días que estoy leyendo a Levrero, que posee una visión particular, sobre todo en esos climas de ensoñación que tienen sus escritos. No se puede escribir sin leer, es como ser maratonista y no correr. En la lectura se resuelven cuestiones propias de la escritura. Tras leer FAUNA Y DESPLAZAMIENTO, tuve la corazonada que dos relatos que vengo escribiendo van a estar unidos, y esa información me la reveló la lectura, como la intuición que me da cuando duermo de ojos abiertos.
Hay un sueño que es la segunda vez que aparece, con otros detalles, pero la esencia es la misma: recibo la dirección de la casa de una chica que creo conocer, nunca sé si es Montevideo o Córdoba, se mezclan con una facilidad abrumante. Lo interesante no es lo que sucede, sino que durante el día me vienen imágenes poco claras o aluviones del sueño que me dejan pasmado y con intenciones de continuar soñando. Por eso, anoche, al irme a dormir, me mentalizaba en soñar lo mismo y que tuviera una continuidad. De mañana no recordaba lo que soñé pero seguía con la sensación de haber soñado lo mismo, o con la intención mental. ¿Se podrá conscientemente inducir lo que se va a soñar? ¿Se podrá provocar el inconsciente y dirigirlo? De ser positiva la respuesta el mecanismo resultaría eficaz para entretejer los deseos, calcular lo inconcebible, mantener el diálogo entre los sentidos y el descanso premeditado. Esta noche voy a intentar hacerlo y ver si funciona. Pero entretanto, ¿Te animás a anotar un sueño y enviármelo?
Jorge Saeta
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