Caminos y bifurcaciones
Me encuentro caminando bajo la lluvia. Avanzo sin paraguas, nada me cubre del agua. Tengo la ropa empapada y una sensación fría de libertad adherida a la piel. Me detengo en un alero y me fumo un pucho. Miro la gente correr apurada como si la llovizna fuera ácida. A el encendedor le cuesta prender, está humedecido. Después de varios intentos se produce la llama. Siento, con una leve imperceptibilidad, el sonido que se convierte en una brasa humeante. Me quedo ahí, detenido, como si pudiera ver el tiempo avanzar en el cielo gris de Montevideo. Se aproxima otro invierno. Lo sabía. Me robaron un verano, como aquel cuento de Mario Levrero que ahora no recuerdo el título. Me dispongo a seguir. Sin embargo estoy en un estado de duermevela sostenido por el ruido de la llovizna que me deja un rato más quieto. No siempre se presenta esa calma, un tanto aparente, de comprobar que estamos en este mundo. Disfruto de la sensación, pienso con cautela, visualizo la parada de ómnibus a un ...